sábado, 20 de marzo de 2010

Benito Juárez 2010. Entre la independencia y la revolución.


Atrapado entre el bicentenario de la independencia y el centenario de nuestra revolución este 21 de marzo de 2010 conmemoramos a un personaje que lideró uno de los más importantes momentos de nuestra historia: la consolidación de México como un Estado-Nación.

Sobre Benito Juárez miles de páginas se han escrito, casi todas ellas laudatorias, ya desde el porfiriato Benito Juárez era considerado un héroe nacional. La Revolución lo integró a su panteón de héroes como precursor de la Constitución de 1917 que no era otra cosa que la de 1857 corregida y aumentada.

A continuación reproduzco un artículo de Enrique Krauze publicado originalmente en 2001 en Letras Libres, en este artículo Krauze intenta "bajar del pedestal sin hacer añicos" la figura casi santificada del humilde pastor de Guelatao. Pienso que no lo consigue cabalmente, aún así, textos como el de Krauze son los que como sociedad mayor de edad debemos buscar, visiones que derrumben en lo posible los mitos maniqueos de la historia oficial que no ayudan a comprender nuestro presente sino a mantener la confusión.

Sé que a Enrique Krauze como buen conservador que es, no le interesa demasiado descubrir todos nuestros velos de ignorancia, pero aún así considero que su formación de historiador a veces lo traiciona y consigue darnos luz sobre ciertos pasajes de nuestra historia nacional.

Profesión juarista
por Enrique Krauze

El 21 de marzo de 2006 México festejará, o tal vez sólo conmemorará, el segundo centenario del natalicio de Benito Juárez. Su lugar predominante en la historia pareció siempre un dogma patriótico. Murió en olor de cívica santidad en 1872 y a partir de entonces los dos regímenes que sucedieron a la República Restaurada —el porfiriano y el revolucionario— lo han canonizado. Quizá el momento clave en el proceso fueron los actos beatificatorios y la profusa publicación de libros, ensayos, artículos, discursos, composiciones y poemas hagiográficos que se llevaron a cabo en 1906, pero, de tiempo atrás, a lo largo y ancho del país se sucedían toda suerte de bautizos solemnes con el nombre de Juárez: una ciudad (1888), plazas, avenidas, calles, pasajes, teatros, edificios, estatuas, pinturas, estampas. La Revolución Mexicana incorporaría al panteón cívico a una tumultuosa cauda de nuevos héroes que opacarían un poco la figura de Juárez pero sin relegarla claramente a un segundo nivel. Es cierto que todavía a mediados del siglo XX la historia que se profesaba en muchos colegios católicos describía al "burrito Juárez" quemándose en el infierno, pero esa animosidad le hizo a Juárez lo que el viento: nada, o casi nada. El catecismo nacional en torno suyo se resumiría en la letra de aquella famosa canción que todos aprendimos: "En San Pablo Guelatao, del estado de Oaxaca, nació Don Benito Juárez ...". Desde su nacimiento tenía el "Don".

Formado originalmente —mea culpa— en la historia de bronce, adoctrinado domingo a domingo en la Hora Nacional, visitante asiduo del Museo del Caracol, del Castillo de Chapultepec y el recinto a Juárez en el Palacio Nacional, confieso haberme emocionado con la saga oficial de Juárez. En esos templos de la doctrina cívica aprendí los pasajes canónicos: Guillermo Prieto exclamando —para salvar a Juárez— "los valientes no asesinan", el refugio de Veracruz y la promulgación de las Leyes de Reforma, la lucha contra la invasión francesa, el juicio de Maximiliano. Uno de los primeros libros que leí fue Juárez, el impasible de Héctor Pérez Martínez, que me atrapó desde la primera línea: "La mañanita brinca sobre la sierra...". En 1958, como reconocimiento por ciertos trabajos de impresión, el ingeniero Jorge L. Tamayo regaló a mi padre el Epistolario de Juárez, que había editado en ocasión del centenario de la Constitución del 57. Yo lo solía leer ávidamente, sobre todo en los testimonios de intenso sufrimiento familiar de Juárez durante la intervención francesa, cuando perdió en Nueva York a dos de sus tres hijos varones. A mediados de los sesenta seguí las peripecias de Juárez en las telenovelas de Ernesto Alonso (basadas en los buenos guiones de Eduardo Lizalde y Miguel Sabido y representadas con gran fuerza por José Carlos Ruiz) y comencé a leer dos obras centrales de la bibliografía juarista: el Juárez: su obra y su tiempo de Justo Sierra, y los dos gruesos volúmenes biográficos de un historiador malogrado y olvidado pero de gran mérito: Ralph Roeder.

La devoción se volvió desencanto cuando en El Colegio de México leí dos libros demoledores, Juárez y las Revoluciones de Ayutla y Reforma y El verdadero Juárez, ambos del polemista más notable de la historiografía mexicana, el ingeniero Francisco Bulnes. Era una tortura descubrir al hombre detrás del bronce. Un rosario de Nos. No: Juárez no había sido liberal (en el sentido religioso, como defensor de la libertad de creencias) hasta mediados de los años cincuenta. No: Juárez no había querido promulgar en un principio las Leyes de Reforma que, por lo demás, no se debían mayormente a su estímulo e inspiración. No: Juárez no había sido un caudillo impasible durante la Guerra de Reforma sino un hombre a veces errado (como cuando ordena a Degollado marchar a la Ciudad de México, donde sobreviene la previsible masacre de Tacubaya), injusto (cuando quita el mando y deshonra al propio Degollado por haber osado pedir la intermediación extranjera para dar por terminada la guerra), intolerante (cuando desprecia la opinión de sus amigos más fieles en el dudoso episodio de su permanencia en el poder hacia 1865) e incluso irresponsable (como atestigua el oscuro episodio del Tratado McLane-Ocampo, que finalmente fue rechazado por la Cámara Alta norteamericana, pero que tomado al pie de la letra hubiese abierto la puerta a una suerte de protectorado yanqui sobre México). A mediados de los años setenta, revisando la correspondencia entre Daniel Cosío Villegas y Antonio Carrillo Flores (embajador de México en los Estados Unidos), encontré una copia completa de aquel malhadado documento con un comentario preciso de Carrillo en el sentido de que no había que seguir escarbando en el tema, porque hacerlo dañaría aún más la reputación del héroe.

A principio de los noventa, como parte del libro Siglo de caudillos, acometí la hechura de un ensayo biográfico sobre Juárez. Allí están, creo yo, las incómodas evidencias del hombre de carne y hueso, aquellas que probó Bulnes y otras —humanas, demasiado humanas— que se desprenden del Epistolario y de las críticas de Francisco G. Cosmes, para quien Juárez actuaba como un verdadero cacique. Mi propósito —ajeno ya a la devoción o al desencanto— era bajarlo del pedestal pero no hacerlo añicos, comprender el sentido de su vida pública. Como eje explicatorio recordé un discurso pronunciado el 16 de septiembre de 1840 en el que Juárez criticaba acremente la huella del régimen virreinal en México: "descuidó la educación", "crió clases con intereses distintos", aisló, intimidó, corrompió, dividió, provocó "nuestra miseria, nuestro embrutecimiento, nuestra degradación y nuestra esclavitud". Me sorprendieron el énfasis y sobre todo el uso del pronombre. ¿A quién se refería, en el fondo, ese "nosotros"? No a los mexicanos —conjeturé, siguiendo pistas de Justo Sierra— sino a los indios: "Pero hay más —agregaba Juárez—. La estúpida pobreza en que yacen los indios, nuestros hermanos. Las pesadas contribuciones que gravitan sobre ellos todavía [...] el abandono lamentable a que se halla reducida su educación primaria".

A mediados del siglo XIX, siendo ya gobernador de Oaxaca, Juárez hablaba de su misión histórica haciendo referencias continuas a Dios —que a Bulnes, anacrónicamente, escandalizaban, aunque se trataba de una práctica reiterada en esos tiempos, incluso en la jura de la Constitución del 57—, pero de nueva cuenta había un énfasis significativo en sus palabras: "Dios y la sociedad nos han colocado en estos puestos para hacer la felicidad de los pueblos y evitar el mal que les pueda sobrevenir [...] Hijo del pueblo, yo no lo olvidaré; sostendré sus derechos, cuidaré de que se ilustre, se engrandezca y se cree un porvenir.

Aun descontando la retórica de la época y de todas las épocas, la vinculación de ambos textos —me pareció— arrojaba una luz sobre el sentido de paternidad absoluta con que Juárez asumió el poder desde 1858 hasta su muerte. Esta encarnación carismática de la institución presidencial fue una enormidad histórica: por principio de cuentas, afianzó la legitimidad legal del poder en México (fundiendo al carisma del caudillo con la tradición autocrática novohispana e indígena). Todos sus contemporáneos liberales lo reconocieron y se reconocieron en él. Gracias a esa generación, a "aquellos hombres que parecían gigantes" (Antonio Caso), México tiene una sólida tradición de libertades cívicas. Juárez no fue el ideólogo ni el jurista de ese inmenso avance: fue, al margen de todas las desavenencias, su líder. Vertió vino nuevo de legalidad en viejos odres de autoridad.

"Para Juárez —escribió Emilio Rabasa— la fuente del poder era inagotable". Lo era, en parte, por ser con mucho el hombre de mayor edad en esa generación, pero lo era sobre todo porque esa fuente provenía de manantiales antiguos, los más antiguos, anteriores al de los conquistadores que prohijaron aquella "estúpida pobreza": los manantiales de la cultura indígena. Ese poder sin fisuras, ilimitado pero fincado (al menos formalmente) en la ley, fue la piedra de fundación del presidencialismo mexicano. Hemos visto y padecido las consecuencias nocivas de esa concentración de poder en el siglo XX, pero aquel liderazgo fue el crisol cohesivo de la nación mexicana en un trance de tal gravedad que hubiera desembocado en la secesión de sus estados norteños o en lo que Juárez y los liberales interpretaban como una reversión de la Independencia: la dominación de una potencia europea. No sin cierta razón se dirá que el tratado McLane-Ocampo implicaba lo mismo con respecto a los Estados Unidos, pero Ocampo y Juárez eran demasiado astutos para no haber ponderado los riesgos de su posición frente a las ventajas diplomáticas, económicas y militares que obtuvieron. Su victoria inmediata sobre el bando conservador (que paralelamente firmaba el tratado Mon-Almonte) es la prueba mejor de que ese cálculo existió y funcionó.

La consolidación paralela de la nacionalidad mexicana y las libertades cívicas puede parecer un logro menor frente al cargo que se hace a Juárez desde el ángulo del multiculturalismo, según el cual fue no sólo indiferente a "sus hermanos indígenas" sino abiertamente hostil, porque no objetó las leyes que afectaban los bienes comunales. En esto, Juárez actuaba como un liberal reformado. Hijo de su tiempo, es verdad, no veía —a diferencia de Maximiliano— los valores intrínsecos de las comunidades indígenas, sus usos y costumbres y su apego religioso a la tierra, pero los males que señalaba no eran menos ciertos: ignorancia, miseria, aislamiento, miedo, división, degradación, abandono, opresión. En una palabra, la "estúpida pobreza" de los mexicanos originales, de los mexicanos como él, de los indios.

Justo Sierra, el más generoso y también el más comprensivo de nuestros historiadores, sostuvo que Juárez —"siempre religioso", aun después de su reforma personal— "veía a través de la Constitución y la Reforma la redención de la república indígena". Eran las vías legales para sacar a sus "hermanos" de esa condición, para emanciparlos como él se había emancipado. En gran medida lo siguen siendo. Hoy una mentalidad respetable pero reaccionaria desdeña el tratamiento práctico de los atávicos problemas de los indios, y en pleno romanticismo cree ver en la vuelta a ese universo cerrado al tiempo la solución para el porvenir. No hay duda de que en esa matriz cultural hay valores que se deben preservar, pero los problemas que señaló Juárez siguen siendo los mismos y las soluciones también: libertad, democracia, igualdad ante la ley. Valores universales.

Juárez había salido de su condición. No tenía nostalgia de ella. No fue el primero en salir. Salir de ella no es denigrarla. Es lo que hicieron —forzados o por convencimiento— todos los mestizos mexicanos, una porción no menor de ese conglomerado que atraviesa los siglos y que llamamos México. Las comunidades indígenas del México actual pueden aspirar a permanecer total o parcialmente en su cultura, o a salir del mismo modo de ella. O pueden aspirar —con creatividad— a tener lo mejor de los dos mundos. Pero para todos los que habitan en ellas cabe una modificación del famoso apotegma juarista: el respeto al derecho de esos individuos a salir o a quedarse en su condición, es la paz. -

domingo, 22 de noviembre de 2009

El historiador recibe la Medalla 1808 y la cede al SME, México exige una reorganización política profunda y responsable: John Womack



Ángel Bolaños
Periódico La Jornada
Sábado 21 de noviembre de 2009, p. 7

La ceremonia de entrega de la Medalla 1808 a los historiadores John Womack y Eric Van Young, en el antiguo Palacio del Ayuntamiento del Gobierno del Distrito Federal (GDF), devino acto de apoyo al Sindicato Mexicano de Electricistas (SME).

Womack cedió el galardón al gremio, y en un texto leído por la investigadora de El Colegio de México Alicia Hérnández Chávez señaló que es la "organización más importante, más valiente que se formó en esta ciudad durante las guerras revolucionarias de principios del siglo pasado".

Deploró el "oscurantismo" del gobierno federal. Advirtió que "sería de ciegos ocultar lo obvio: que el México contemporáneo exige una reorganización política profunda y responsable", con "una limpia de todos los extremos del nudo, y no de uno solo".

A su vez, Marcelo Ebrard, jefe del GDF, convino con lo expresado por Womack. Aseveró que no se requiere ser historiador para coincidir, y advirtió que es una señal "preocupante, ominosa", la desaparición "forzosa, arbitraria, o al menos eso se busca, de una organización sindical formada al inicio del siglo pasado, al calor de las luchas revolucionarias de entonces". La liquidación "otra vez da cuenta de la ignorancia de la historia y el desprecio a los movimientos sociales que explican al México de hoy".

Van Young, autor de La otra rebelión. La lucha por la Independencia de México, 1810-1821, compartió algunas anécdotas de sus prolongadas estancias en el país, donde sus colegas mexicanos le han significado apoyo, inspiración, crítica constructiva y "un número no insignificante de crudas serias".

A continuación, el texto completo de John Womack:

Estimados miembros del Comité de Premiación de Historia.

Estimado jefe de Gobierno, licenciado Marcelo Ebrard.

Estimado doctor Enrique Márquez.

Colegas y amigos:

Agradezco el honor del premio, Medalla 1808, que el comité me otorga. Acepto la distinción, no por pensar que mi trabajo me hiciera merecedor de un premio, sino por el amor que siento para esta gran ciudad, la mayor y más tremenda que yo conozca. Mayor por su grandeza cuando en 1808, preso el rey español en Francia, el Cabildo Metropolitano asumió la representación política de toda la Nueva España en defensa de su soberanía.

Tremenda capital de la nación por la eclosión y crisol de sus profundas e inaceptables contradicciones. Recibo la Medalla 1808 en nombre de tantos personajes y eventos históricos por los cuales siento un profundo e inagotable respeto.

Recuerdo el año de 1973. Una organización, con la cual mantengo una deuda especial, me abrió su archivo histórico para fundar mi investigación del movimiento obrero: me refiero al Sindicato Mexicano de Electricistas, el SME.

Tengo siempre presente su característica esencial: ser el SME, el sindicato más estratégico, autónomo y responsable del país y siempre actual como fuerza y símbolo de la colectividad de la ciudad de México y de la gran área metropolitana del país.

Incluso su fecha de fundación es simbólica, 1914-1915, bajo la neutralidad del gobierno de la Convención y custodiado por el Ejército Libertador del Sur. Con los revolucionarios del sur mantuvieron una relación de respeto y de apoyo mutuo para garantizar el buen funcionamiento de la capital.

Singular porque de 1915 al presente año, 2009, se mantiene autónomo de los compromisos contraídos por otras organizaciones con las fuerzas políticas y económicas en el poder. Sería de ciegos ocultar lo obvio: que el México contemporáneo exige una reorganización política, profunda y responsable; reorganización que comporta una limpia de todos los extremos del nudo, y no de uno solo.

Los ciudadanos, no sólo de México, sino del mundo entero, clamaron por gobiernos eficaces, no dispendiosos, y más justos; clamamos por transparencia de las directivas de empresas paraestatales y empresas de capital privado-mixto. Transparencia y calidad de estas cúpulas con miembros o camarillas de la representación política y económica, en los partidos y entre los empresarios.

Celebramos bicentenarios y centenarios que cambiaron a México e impulsaron su ingreso a la sociedad de naciones. Mi respeto infinito por la capacidad de los mexicanos para trasformar en beneficio de la mayoría sus momentos de crisis. Tal convicción me mueve a rendir honor y hacer entrega de esta medalla a la organización más importante, más valiente que se formó en esta ciudad durante las guerras revolucionarias a principios del siglo pasado, el SME, que desde sus primeras luchas se distinguió de todos los sindicatos entonces activos, por su ayuda decidida al Ejército Libertador del Sur y que en casos críticos de emplazamiento a huelga siempre actuó con gran sentido de responsabilidad hacia la clase obrera y con la sociedad mexicana.

Confío en estar presente y celebrar personalmente el cambio que arroje luz en torno al oscurantismo que rige la praxis actual del estatismo de tiempos pasados.

Muchas gracias a todos.

John Womack, Jr.

lunes, 15 de junio de 2009

POR QUÉ ESTE 5 DE JULIO YO SÍ VOY A VOTAR


El próximo 5 de julio se realizarán elecciones intermedias en México en las que se seleccionará de entre miles de candidatos a 500 Diputados Federales (300 por el principio de mayoría y 200 por el principio de representación proporcional), así como a otras 1,005 autoridades en 11 entidades federativas (sin contar 3 municipios en el Estado de Hidalgo que tendrán elecciones extraordinarias ese mismo día por empates o anulaciones registrados en 2008).

A menos de un mes de la elección, en la radio, la televisión y en los medios impresos se ha generado un nutrido debate –aparentemente surgido en Internet- en torno a si la gente debe ir o no a votar o a si debe anular su voto o simplemente dejarlo en blanco.

He tratado de leer y comprender detenidamente las razones de quienes se manifiestan por anular su voto o por no acudir a las urnas el domingo 5 de julio, en general puedo notar que se trata de posturas individuales aunque ciertamente de no pocos individuos. No he leído hasta el momento que alguna institución u organismo importante se manifieste abiertamente en este sentido pero aún así está claro que el grito del voto nulo ha logrado hacer eco.

Los partidos políticos, el IFE, los gobiernos de todos los niveles, los intelectuales y hasta la iglesia católica se han manifestado a favor de ir a votar.

Los argumentos de quienes promueven la asistencia a las urnas son casi todos ellos ciertos, así como verdaderas son las consecuencias que auguran se obtendrían asumiendo la decisión de no ir a votar o anular el voto: ¡¡ninguna!!, en el mejor de los casos. Está comprobado en todo el mundo democrático que la abstención favorece a las posiciones más radicales y para ejemplos tenemos lo que sucedió hace unos días en las elecciones generales europeas con una abstención cercana al 57% que favoreció el avance de posiciones de la ultraderecha y el triunfo de la centro derecha antiinmigrante y procapitalista, esa misma que apoyó la guerra en Irak y desencadenó la crisis mundial, en contraste, el viernes pasado en Irán, votó más del 75% de la población, los iraníes sabían que a mayor participación del electorado – jóvenes principalmente- mayores eran las posibilidades de triunfo de la oposición. Aunque las protestas del fraude sean acalladas las posiciones radicales de Ahmadineyad tendrán que suavizarse, si es que no desea una oposición levantada en armas con financiamiento inmediato y directo de los muchos enemigos del actual régimen.

Pero volviendo a nuestro tema, decía que he tratado de comprender las razones de quienes no piensan ir a votar y para quienes los argumentos del IFE, el gobierno, los intelectuales y de los partidos políticos –principalmente- les suenan no sólo huecos sino falsos, maniqueos y tramposos. Pienso que se trata de una postura sustentada en un argumento legítimo: “No comparto la posición de ninguno de los partidos políticos, ningún candidato me convence, todos los políticos me parecen la misma porquería, en consecuencia no voy a votar por ninguno de ellos o voy a anular mi voto para que sepan de mi rechazo”. Más o menos esa es la argumentación.

En los siguientes párrafos intentaré demostrar por qué ese argumento de no ir a votar, si bien legítimo en su fundamento –ya que da cuenta de la inconformidad ante el estado actual de las cosas- no sólo no es la mejor manera de expresar el descontento, sino que resulta contraproducente en la medida que deja libre el camino justamente a aquellos que generan y mantienen el estado actual de las cosas. Para demostrar lo anterior contaré cómo viví la historia electoral de este país en los últimos 20 años y cómo a partir de esa experiencia concluyo con dos cosas: la primera es que votar –aunque sea por el menos malo pues los partidos y candidatos perfectos no existen en ninguna parte– siempre será mejor que no votar o anular el voto –al menos con el actual diseño electoral-, la segunda cosa que aprendí es que votar no es el primero ni el único de los trámites que deben cumplir los ciudadanos para hacer que las cosas cambien, el camino del cambio democrático exige una sociedad organizada que lucha todos los días por alcanzar los valores sobre los que quiere vivir. Esta es mi historia:

El domingo 18 de agosto de 1991 voté por primera vez en mi vida, tenía yo 18 años, tres años antes, en la elección federal de 1988, había ocurrido algo que se ha dado en llamar “parteaguas” de la historia política reciente de este país. Millones de ciudadanos salieron a votar por un candidato distinto al candidato del PRI. Fue la primera vez que un amplio sector de la población abrió los ojos y con todo y fraude electoral –debido en buena parte a que en ese entonces el sistema electoral era manejado por el PRI-gobierno- la gente comprendió que el cambio a través del voto era posible, el escepticismo era muy grande -como era de esperarse después de 60 años ganando el mismo partido- pero aún así los ciudadanos salieron a votar, ese fue el principio. Harían falta 12 años y el trabajo continuo de cientos de miles de personas que desde las instituciones académicas, los sindicatos, la prensa escrita y finalmente desde las calles, impulsaron el cambio democrático en este país.

En 1991 acudí pues a votar por primera vez, cursaba el CCH y aunque aún no comprendía muchas cosas sí podía darme cuenta que luego de la euforia de 1988, en esta elección las aguas parecían haber regresado a su antiguo cauce, la participación ciudadana fue muy baja y el PRI se llevó prácticamente el carro completo, Salinas había comenzado a vender un sueño que no sería más que eso y que duraría lo que duró su sexenio. Fue la primera vez que comprendí –no sin el coraje y la impaciencia de un joven de 18 años- que a ese paso, la transición democrática en México tardaría mucho en ocurrir.

Así era, las cosas pasaban pero a cuentagotas, el PRI-gobierno hacía reformas electorales, un tanto por la presión opositora y otro tanto por el miedo a ese México profundo y violento que por momentos, como en 1988, parecía asomar las narices.

Llegó la elección presidencial de 1994, era la primera vez que yo votaría por un candidato a la presidencia de la república, para entonces ya estaba bien instalado en la Facultad de Ciencias Políticas y para mi y mis compañeros aquella elección era vista como un verdadero experimento social. En 1990, 1991 y 1993 se habían realizado reformas electorales en las que se consiguieron algunos avances, muy insuficientes todavía, pues las condiciones de competencia continuaban siendo altamente desiguales.

Recuerdo que Zedillo ganó con un holgado margen ante un par de candidatos, Cárdenas y Fernández de Cevallos -que vistos a la distancia, me parecen cada vez más pequeños ante aquel momento histórico-. Esta vez nadie protestó, aparentemente todos aceptaron el triunfo del PRI, sin embargo algo no estaba bien, acontecimientos extraordinarios ocurridos en la primera mitad de aquel año tenían a la sociedad como atarantada, desorientada (además de estar aún bajos los efectos de la ilusión salinista). La tesis que mejor logró tranquilizar aquella impaciencia mía ya convertida en rabia y desánimo –al igual que muchos de mis compañeros y profesores- por el hecho de que siguiera ganando el PRI, fue que la sociedad no había encontrado otra manera de procesar lo ocurrido más que votando por los de siempre, a aquel voto por el PRI de 1994 se le conoció como el voto del miedo.

El 1º de enero de aquel mismo1994 un grupo de hombres armados le había declarado la guerra al ejército mexicano reivindicando demandas sociales: Techo digno, Tierra, Trabajo, Salud, Alimentación, Educación, Justicia, todo ello desde algunos municipios montañeses del sureño estado de Chiapas, muy lejos geográficamente de los principales centros urbanos, pero muy cerquita de los pensamientos y sentimientos de todos los mexicanos, y por si eso no hubiera bastado y sobrado para generar un grado de conmoción colectiva, el miércoles 23 de marzo de aquel inolvidable 1994 el candidato a la presidencia del PRI, Luis Donaldo Colosio Murrieta, era asesinado a balazos al finalizar un acto de campaña en la colonia Lomas Taurinas de la fronteriza y polvorienta ciudad de Tijuana. Una mano con una pistola disparando en la sien del candidato con la Culebra (“toditos asustados comenzaron a gritar: "Huye, José!”) como música de fondo, fue una escena que se repitió hasta la saciedad en televisión y que difícilmente olvidaremos (Internet y la telefonía celular eran bebés por cierto).

Para muchos políticos esta vez no había vuelta de hoja, las reformas no podían seguir saliendo a cuentagotas, el México profundo había asomado algo más que las narices, el movimiento zapatista logró hacer eco no sólo en México sino en todo el mundo, proliferaron las marchas de trabajadores y estudiantes reivindicando las demandas indígenas y añadiendo las suyas propias, fue entonces que en 1996 se logró una reforma electoral muy importante, por fin el IFE era totalmente ciudadano, con recursos propios, credencial con fotografía, un Código de procedimientos, conseguido antes pero esta vez con reglas más equitativas para todos los partidos, representación de la oposición en el senado y algo trascendental y cuya historia he dejado a un lado para no extenderme demasiado: el Distrito Federal por fin podría elegir a su Jefe de Gobierno así como a su propia Asamblea Legislativa.

Llegaron las elecciones de 1997, mis terceras elecciones federales y mis primeras elecciones locales pues hasta ese entonces los capitalinos éramos ciudadanos de segunda, no podíamos anular nuestro voto ni cancelarlo sencillamente porque no teníamos derecho a elegir a nuestra autoridad local. Voté para elegir diputados y senadores así como para elegir un Jefe de Gobierno y Diputados de la Asamblea. Si bien ya se habían obtenido triunfos importantes del PAN en Baja California, Chihuahua y Guanajuato, aquella elección del 1997 fue el gran triunfo de la oposición, por primera vez el PRI perdió la mayoría absoluta en la Cámara de Diputados y el primer Jefe de Gobierno del Distrito Federal era nada menos que el principal líder de la oposición, el Ing. Cuauhtemoc Cárdenas.

Luego de aquella elección las cosas no volverían a ser como antes, llegó el año 2000 y las expectativas fueron altísimas, se había recorrido un largo camino desde aquel 1988 e incluso desde 1968 –para muchos el germen del cambio-, la lucha por las libertades democráticas habían costado no sólo la paciente espera del pueblo mexicano sino una importante pérdida de vidas en todo el país a manos de caciques locales que no estaban dispuestos a soltar el poder.

Decir que el triunfo de la oposición en el año 2000 fue una transición de terciopelo no sólo es una mentira sino un agravio para todos quienes con su esfuerzo y aún con su vida lograron que se presentaran las condiciones para dicho triunfo. En aquella elección fueron los jóvenes quienes especialmente salieron a votar, no se abstuvieron ni anularon su voto y fueron justamente ellos los que le dieron el triunfo al PAN, de no ser por ellos habría vuelto a ganar el PRI.

Es posible que el terrible desencanto que sufrió el pueblo de México con el gobierno de Vicente Fox sea el origen de esta oleada del voto nulo pues aún reconociendo las expectativas desbordadas de la población, la primera administración panista resultó una muy lamentable desilusión, especialmente para quienes los apoyaron con su voto.

En el 2003 la participación ciudadana cayó como sucede en todas las elecciones intermedias –en buena medida por nuestra baja cultura democrática- y el PAN perdió un gran número de posiciones alcanzadas en el año 2000 gracias al llamado efecto Fox. Por aquellas fechas ya comenzaba a gestarse un clima político muy enrarecido que culminaría con la elección presidencial de 2006, la más reñida en la historia de México.

Las elecciones de 2006 no sólo fueron las más reñidas sino quizá las más agotadoras de las que se tenga memoria, la mitad de quienes votaron no estuvieron de acuerdo con el resultado, la diferencia de votos entre el primer y el segundo lugar fue mínima. Triunfó el PAN por segunda vez a través de un proceso que dejó en claro grandes deficiencias en las reglas del juego que nuevas reformas habrán de corregir no sin el impulso como siempre de los ciudadanos que saben que deben seguir empujando.

Esa es la historia, no es la historia más feliz pero tampoco es una historia completamente trágica, los logros obtenidos hasta ahora con el sistema democrático pueden no hacernos saltar de alegría pero tampoco podemos decir que no hemos cambiado nada.

Winston Churchill, sabio estadista inglés, decía que la democracia era el peor sistema político que existía, con lo cual lograba exaltar -cuando menos- a cualquiera que en ese momento lo estuviera escuchando, viniendo esas palabras nada menos que de un primer ministro elegido democráticamente, luego de una breve pausa necesaria para el sobresalto, jocoso él, remendaba la cita: con excepción de todos los otros sistemas.

Más de 50 años después de aquellas palabras seguimos sin encontrar un mejor sistema político, lo que sí hemos descubierto es que la democracia no es un sistema acabado sino totalmente perfectible.

En ninguna parte está escrito que los cambios democráticos siempre sean para mejorar, se avanza y se retrocede, quienes hemos vivido al menos una parte de la historia política de este país tenemos la obligación moral de hacer ver a los más jóvenes que la calidad de nuestra democracia puede no ser la más óptima pero que antes era mucho peor y que dependerá de ellos no dar marcha atrás sino continuar mejorando con su imaginación y energía nuestro sistema democrático. Pensar que las elecciones no sirven para nada es entreabrir la puerta a un retroceso político que no nos podemos dar el lujo de permitir.

Mérida, Yuc.15 de junio de 2009.

jueves, 21 de mayo de 2009

Feliz cumpleaños teté y chicho.


Feliz cumpleaños teté y chicho.
Escrito el 24/06/2008 05:21 PM


Quiero recordar aquí con ustedes a dos cumpleañeros de junio que quiero felicitar, se trata de dos amigos que ya no están con nosotros pero ambos cumplirían años en este mes, a uno lo apodaban teté -nació el 14 de junio- y al otro chicho -nació el 26 de junio-, el primero, teté, tenía cuatro hermanos y el segundo, chicho, cinco.

Los dos fueron niños muy listos en la escuela, teté era medio asmático y chicho por su parte era muy traviezo, cuando fueron creciendo a los dos les empezó a gustar mucho el ajedrez y ambos se hicieron muy buenos en este juego, mientras teté era de familia aristocrática chicho era de familia más bien de clase media, a pesar de esa diferencia social ambos mostraron desde temprana edad una vocación de ayuda al prójimo y tal vez fuera por eso que los dos decidieron estudiar medicina, a teté le interesó la dermatología mientras que a chicho le atrajo la psiquiatría.

A pesar de su gusto por la medicina ninguno de los dos se dedicó en su vida adulta a esa actividad, teté era un aventurero y chicho un hombre con profunda vocación política, los dos leían mucho y también eran medio poetas, pero ante todo, un sentimiento especial los unía: la indignación ante las injusticias sociales y fue justamente eso lo que los convirtió en dos personajes que no debemos olvidar y que por lo tanto recuerdo en este mes de su cumpleaños.

Eran de generaciones distintas, mientras teté cumpliría 80 años, chicho -con mucha suerte como Andrés Henestrosa- estaría llegando a los 100.

Ambos nacieron en el cono sur, uno argentino y el otro chileno y aunque no convivieron entre si, sí llegaron a conocerse, en 1959, en La Habana, cuando el argentino recién había triunfado en la revolución.

Ambos tuvieron muertes trágicas, a uno lo asesinaron luego de capturarlo en una cañada boliviana y el otro se suicidó -para no darle el gusto a sus enemigos de capturarlo vivo después de que habían atacado el palacio de gobierno-.

Sin duda ambos personajes son ejemplos de vida e inspiradores de millones en el mundo.

Donde quiera que esten, muchas felicidades por sus 80 y 100, Ché Guevara y Salvador Allende.

/ Everardo Flores.

El Tíbet y Mao Zedong.


El Tíbet y Mao Zedong.
Escrito el 26/03/2008 05:38 PM


El pasado 10 de marzo (un día antes de mi cumpleaños)
se conmemoró el 49 aniversario de la invasión militar
de China en el Tíbet. Como han podido ver en los
noticiarios el gobierno Chino reprimió las
manifestaciones de protesta dejando casi 100 muertos
(cifra de las autoridades tibetanas pues los chinos
dicen que no hubo más de 20 muertos). Se trata de una
de las represiones más cruentas en los últimos veinte
años.

A unos cuantos meses de que comiencen los juegos
olímpicos no se les puede reclamar a los tibetanos
lidereados desde el exilio por el Dalai Lama,
intentar hacer más ruido de lo normal para atraer la
atención internacional. Esta coyuntura que quieren
aprovechar los tibetanos en apariencia parece no
importarles mucho a los chinos pues igual reprimieron
a los manifestantes, al día de hoy no dejan entrar ni
a periodistas ni a turistas a la ciudad de Lasha. Las
reacciones no se han hecho esperar y el parlamento
europeo ya amenazó con que los integrantes de esa
comunidad podrían boicotear los juegos (aunque también
ya sabemos que estas amenazas son sólo en el discurso
pues son precisamente los europeos y los
norteamericanos quienes mayores intereses tienen en
China y el asunto del Tibet sólo les sirve para
negociar algunas ventajas comerciales y políticas).

Y mientras los tibetanos: bien gracias, y es que esa
ha sido la historia del Tibet, rehen permanente de los
intereses de las grandes potencias.

Hace algunos meses empecé a leer una biografía de Mao
Zedong (Ze- que significa que ha de brillar sobre y
Dong que significa Oriente) escrita por Jung Chang y
Jon Halliday. Se trata de una biografía no oficial
–obviamente proscrita en China- en donde se cuenta
sobre la crueldad del líder chino a quien como saben
tanta pleitesía le rindieron en México grupos de
izquierda en los sesentas y setentas (los del librito
rojo), los “maoístas”, recordarán, se diferenciaban de
los “trotskistas” y de los “stalinistas” por su
radicalidad o reformismo, igualito que hoy en día en
cierto partido político. Bueno pues en ese libraco
que les cuento de casi mil páginas –apenas voy como en
la 80- se cuenta en un capítulo especial ahí por la
página 550 que desde el momento que Mao conquistó
China le echó el ojo al Tibet, el cual hasta ese
momento mantenía una autonomía cultural y religiosa
aunque a final de cuentas llevaban varios siglos de
ser súbditos de los chinos.

Los tibetanos obviamente nunca quisieron a los chinos
y siempre fueron muy aguerridos, al tener una cultura,
una religión y un idioma propios los tibetanos toda la
vida fueron un hueso duro de roer por tal motivo la
estrategia de Mao -por recomendación de los rusos- fue
en principio llenar de chinos el Tibet y aunque por
chinos no paraban pues llegar era muy difícil y además
muchos chinos no aguantaban el frío así que esa
estrategia no fue muy efectiva al principio. Cuenta el
libro que aún siendo un muchacho de 19 años el Dalai
Lama visitó Pekín donde Mao lo chamaquió
-literalmente-prometiéndole que respetaría las
tradiciones tibetanas aunque en realidad sólo estaba
haciendo tiempo para terminar de construir dos grandes
carreteras hacia el Tibet para asi poder no sólo
conquistar sino explotar definitivamente la región
(rica en minas de oro además de una gran diversidad
ecológica), y dicho y hecho, el 10 de marzo de 1959
los rojos invaden militarmente Lasha y comienza el
genocidio cultural, el Dalai Lama ante las pocas
opciones que le quedan eligió el exilio y abandonó
Lhasa, la Ciudad del Sol y la Ciudad Templo, para
establecerse en la India. El Océano (Dalai significa
Océano en mogol y su equivalente tibetano es gyatso)
de la Sabiduría ha representado, desde entonces, una
dimensión universal del modelo budista.

Como se sabe el budismo no es una religión en el
sentido que poseen las tres religiones monoteístas (la
hebrea, cristiana e islámica) fundadas sobre la
existencia, el monoteísmo, de un solo Dios. El propio
Dalai Lama ha definido esa divergencia capital: “Según
Buda la condición humana es suprema. El hombre es
dueño de sí mismo y no hay ser ni potencia más elevada
que ella”.

La proposición del karma (acto) implica que cada acto
o karma que realiza el hombre tiene consecuencias y,
por tanto, que sólo él es responsable de su evolución.

La liberación absoluta (nirvana) es la superación del
ego y la asunción de la compasión (cualidad del
corazón) y la sabiduría (cualidad del espíritu) aunque
el Dalai Lama afirma que existe un nivel más alto o
superior al nirvana, ese estadio superior es el
mahaparinirvana que es la iluminación suprema. En
suma, ese ascenso es una conquista humana. La paz
gravita, esencialmente, sobre el budismo tibetano.

Instalado, el Dalai Lama, desde 1959 en la India, en
Dharamsala, su actuación mundial ha sido doble:
mantener el budismo en su dimensión espiritual y
mantener la idea de la independencia del Tíbet.

Se ha abierto una coyuntura que permite vislumbrar
nuevas esperanzas para los tibetanos, si China quiere
verdaderamente integrarse al mundo va a tener que
pagar el costo, ya se verá.


http://www.taurus.santillana.es/ld.php?id=550

I have a dream


I have a dream
Escrito el 13/02/2008 09:05 PM


"...slavery, I can not but hate. I hate it because of
the monstrous injustice of slavery itself. I hate it
because it deprives our republican example of its just
influence in the world—enables the enemies of free
institutions, with plausibility, to taunt us as
hypocrites—..."

Abraham Lincoln.

October 16, 1854
Speech at Peoria, Illinois .


http://lincolnslavery.lincolnarchives.us/


A propósito de la situación electoral en EUA recordaba
que en mis años de preparatoria nunca faltaron
aquellas discusiones eternas en torno al socialismo
vs. capitalismo -históricamente por aquel entonces la
guerra fría expiraba, les estoy hablando del 90, el
muro cayó en 89 y luego la URSS se desintegró en 91-
bueno en aquellos años luego de sesudos balances
decíamos que México sería socialista siempre que
primero Estados Unidos lo fuera.

¿A que viene esto?, pues muy simple, sin irnos a los
extremos (Socialismo vs. Capitalismo) sino en un
escenario muchísimo más light, podemos decir que para
que en México pudiera ganar un AMLO primero debe ganar
un Obama en Estados Unidos.

Entiendo que muchos blancos apoyan a Obama pero
digámoslo con todas sus letras, EEUU sigue siendo un
país RACISTA y SEGREGACIONISTA (para hablar de
discriminación no sólo racial sino económica ante
todo), primero gana un inmigrante de cualquier país
(siempre que sea rico y blanco como Schwarzenegger por
ejemplo) e incluso primero gana una mujer que un negro
o un hispano (esto último sería inadmisible).

Algunos dicen que si Obama gana en EEUU sería
histórico. ¿Alguién recuerda cuándo ha existido en
aquel país un suceso histórico a favor de los
desposeídos? Creo que desde que Lincoln abolió la
esclavitud no se recuerda nada histórico en ese
sentido.

Después de la abolición lo único histórico han sido
los asesinatos de esos personajes que quisieron hacer
algo "histórico", empezando por el propio Lincoln.

Después de Lincoln tuvieron que pasar cien años más
para que surgiera una figura de su talla, me refiero a
la figura del reverendo Luther King quien en aquél
gran discurso "I have a dream" recordó precisamente a
Lincoln como aquel que llegó como un amanecer de
alegría para terminar la larga noche del cautiverio.

En ese mismo texto -leído hace casi 45 años en la
escalinata del Lincoln Memorial- Luther King les hizo
ver a los norteamericanos que cien años después de la
abolición de la esclavitud aún se enfrentaban al hecho
trágico de que el negro todavía no era libre y su vida
continuaba siendo minada por los grilletes de la
discriminación, viviendo en una solitaria isla de
pobreza, en medio de un vasto océano de prosperidad
material, exiliado en su propia tierra.

Cinco años después de ese discurso ya saben bien lo
que le pasó al reverendo -lo mismo que a Lincoln y a
Kennedy-.

Este año por cierto se conmemoran 45 años de aquel
gran discurso y 40 de su muerte. Supongo que ahora los
negros viven mejor que hace 40 años pero seguro falta
mucho para que verdaderamente vivan dignamente, ahora
están además los hispanos quienes también tuvimos a
Cesar Chávez, quien si bien no fue un Luther King,
los hispanos tienen mucho que agradecerle.

http://en.wikipedia.org/wiki/C%C3%A9sar_Ch%C3%A1vez


Así las cosas y luego de recordar esa triste historia
de MLK, diremos simplemente que para ganar Obama se
las va a ver negras. Si yo fuera gringo votaría por él
pues reza el dicho que la esperanza muere al último.


Saludos.

"I have a dream that my four little children will one
day live in a nation where they will not be judged by
the color of their skin but by the content of their
character."

Martin Luther King, Jr.

"I Have a Dream"

http://www.americanrhetoric.com/speeches/mlkihaveadream.htm

O B A M A


La presidencia de Estados Unidos como muchas presidencias del mundo, es un cargo público cuyas funciones y responsabilidades están definidas por muchas leyes y por miles de compromisos escritos y no escritos, de manera que no se puede esperar que ninguna persona, se trate de quien se trate, venga a cambiar eso de la noche a la mañana, ese es por cierto el más profundo deseo de los dictadores, pero finalmente ni ellos lo logran. De manera que ser el presidente de los EEUU es un papel que hay que interpretar y no podemos esperar de Obama otra cosa más que interprete dicho papel mejor de como lo han hecho sus antecesores, especialmente el último.

Ya sabemos que el personaje que le toca interpretar a Obama es el de cabrón de la película, pero aún así hay de cabrones a cabrones, je je, de manera que dependerá de Obama (en su inevitable papel) hacer un buen trabajo. Esto quiere decir que no podemos esperar que cambie la posición gringa hacia Israel, la animadversión a personajes como Castro y Chávez o que sigan tratando a México como el backyard, en fin, el tiempo hablará, por ahora lo que nos queda es desear que su estilo perosonal de gobernar esté a la altura de lo que se espera de él.

Él mismo ha logrado magistralmente -y si no miren nomás dónde llegó- que en su manera de hacer política su color de piel no sea más que una anécdota, como alguien ha dicho por ahí, eso no quita que siga siendo negro, je je, pero indudablemente se trata de un salto cuántico.


Al paso. Dice Obama en su último libro "La audaca de la esperanza" que cuando salió a la luz pública que OSAMA Bin Laden era señalado como el culpable de los atentados del 11 de septiembre, él mismo y muchos de sus más cercanos colaboradores creyeron que su carrera política había terminado, quién votaría por un Obama -que además también lleva por nombre Husein-. Sin embargo ganó la senaduría por Ilinois y el día de mañana será el primer presidente Husein y negro de Estados Unidos. Si debemos esperar algo de este hombre no debe ser precisamente por ser negro.